A menudo, cuando se habla de la reducción de la huella de carbono se tiende a concebir que son las grandes empresas y multinacionales las que más contaminan medioambientalmente y por tanto más pueden contribuir a la reducción de su impacto.
Si bien, en términos relativos, las grandes empresas son las principales emisoras de CO2, las pymes tienen una mayor responsabilidad colectiva, ya que representan aproximadamente el 98% del tejido empresarial europeo.
En este contexto, la Unión Europea ha adoptado un compromiso con la sostenibilidad a través del Pacto Verde Europeo, una ambiciosa hoja de ruta que incluye más de 150 nuevas directivas y reglamentos. El objetivo declarado de Bruselas es convertirse en el primer continente neutro en carbono del mundo para 2050 y lograr una reducción del 55% de las emisiones de carbono en toda Europa para 2030.
Este marco normativo subraya la implicación no solo de las grandes corporaciones sino también de las pequeñas y medianas empresas, a las que instan a adoptar medidas concretas para reducir su impacto ambiental.
Entre este segmento del tejido económico del Viejo Continente, las empresas medianas, con más de 50 empleados, acostumbran a tener instaurada una mayor conciencia y cultura con el compromiso medioambiental y la reducción de la huella de carbono.
En concreto, según las cifras de nuestro último estudio sobre esta materia, hay una diferencia de cuatro puntos porcentuales (43% vs. 39%) entre las medianas y las pequeñas empresas que cuentan con medidas de reducción de su impacto ambiental. Un dato que refleja a su vez el hecho de que cuanto mayor es la facturación, mayor es la probabilidad de que se priorice la reducción de la huella.
Las pymes de las principales economías europeas tienen distintos motores para ser más sostenibles. Los motivos varían desde la alineación con los valores y la misión de la empresa hasta la propia reputación de marca, pasando por la consciencia de costes y los requisitos legales. Precisamente este último factor revela interesantes diferencias entre España, Alemania e Italia que merecen un análisis más detallado.
Las pymes españolas son las que más reducen su huella de carbono por obligación legal, en concreto el 47% lo hace por este motivo, lo que refleja una normativa más estricta y mayor presión institucional. Una situación que contrasta con la de Alemania donde sólo el 26% sigue este camino.
A pesar de ser un referente en sostenibilidad, el país apuesta más por la autorregulación y la integración voluntaria de estas prácticas en la estrategia empresarial sin depender tanto de los requisitos legales.
Por su parte, en Italia, la situación es aún más marcada: solo el 15% de las pymes actúa por exigencias legales, lo que sugiere una normativa más flexible o menos incentivos para cumplirla.
A pesar de estas diferencias hay una conclusión clara: la sostenibilidad se ha convertido en una oportunidad estratégica para las pymes. Más allá de cumplir con requisitos legales, adoptar un modelo sostenible fortalece la reputación de marca y conecta con consumidores cada vez más comprometidos con el medio ambiente. Y hay más: la transición verde también puede traducirse en beneficios tangibles, desde la reducción del consumo energético hasta la optimización de procesos operativos.
Las instituciones también pueden ser impulsoras del cambio al dar acceso a incentivos fiscales y subvenciones que faciliten la transición hacia prácticas más sostenibles. En sectores como la construcción, la existencia de subvenciones ha impulsado la adopción de medidas de reducción de carbono.
Sin embargo, en otros sectores como los medios de comunicación, el conocimiento y acceso a estos incentivos es considerablemente menor, lo que subraya la importancia de crear mecanismos claros y accesibles.
La participación de los empleados también juega un rol fundamental en el éxito de las estrategias de sostenibilidad. España destaca como el país donde los trabajadores están más implicados en las iniciativas de reducción de la huella de carbono, con un 56% de los encuestados indicando un alto nivel de participación. Esto contrasta con países como el Reino Unido o Francia, donde el nivel de participación es considerablemente menor, con un 36% y un 33% respectivamente.
En conclusión, el camino hacia la sostenibilidad requiere cuatro pilares fundamentales: regulación adecuada, incentivos claros, líderes que se comprometan a impulsar la transición energética en sus empresas y herramientas adecuadas para medir el impacto de la compañía y poder actuar de la mejor manera.
Con las pymes como principal motor productivo de Europa, su papel es crucial para alcanzar nuestros objetivos climáticos. El futuro sostenible y competitivo de la región depende de la colaboración entre gobiernos, empresas y empleados.