Desde su sede en DFactory Barcelona, el ecosistema de industria 4.0 de referencia internacional impulsado por el Consorci de la Zona Franca de Barcelona, Símbiosy ha hecho de la simbiosis industrial una herramienta para impulsar la economía circular y lograr que residuos y materiales sobrantes encuentren nuevas vidas.
La compañía se instaló allí hace ya más de un año, «porque es nuestro ecosistema natural: un entorno de innovación empresarial en perfecta armonía con el polígono industrial de Barcelona», explica Verónica Kuchinow CEO de la empresa de consultoría/ingeniería.
«El Consorci de Zona Franca de Barcelona arrancó uno de los primeros proyectos de simbiosis industrial, en el 2019, llamado ZF Ecocircular, con lo que la relación con el polígono viene de lejos. Trabajar en colaboración es siempre un negocio inteligente. Y si esas empresas son punteras tecnológicas, es mejor y más rápido», añade la responsable.
¿Qué es la simbiosis industrial?
Verónica Kuchinow lo explica: «Es una estrategia empresarial que incentiva la colaboración entre empresas (tradicionalmente sin relación) y entidades (municipales, por ejemplo) para hacer realidad oportunidades de negocio a partir de recursos sobrantes, explorando maneras innovadoras de ponerlas en práctica. Simbiosis urbano-industrial o agro-urbano-industrial sería un nombre más acertado, quizás».
Un ejemplo claro de esta dinámica se podría ver, como expone la CEO, en un polígono industrial, donde varias empresas generan una cantidad importante de residuos de madera provenientes de pallets en mal estado. Cada una de ellas tramita estos residuos por separado, utilizando distintos gestores.
Al mismo tiempo, la biomasa generada por las limpiezas de los bosques en la zona circundante supone un coste para los propietarios forestales y un riesgo de incendios para los vecinos.
Si se combinan los residuos de madera de origen industrial con la biomasa de los bosques, la cantidad total de este «residuo» se convierte en una fuente atractiva para inversores interesados en la producción de pellets para calderas o de biochar, el denominado carbón vegetal.
Pero si, además, se añaden otras fuentes de biomasa del territorio, como la de origen agrícola y la de podas de jardines urbanos, el proyecto no solo se vuelve más atractivo económicamente, sino que también se mejora la gestión ambiental, generando empleo e ingresos locales con un recurso que, aunque disperso, está disponible en el territorio.
Una empresa que nació de la capacidad de observar
La responsable de Símbiosy descubrió este modelo de negocio por casualidad, fruto de la observación. Así lo recuerda: «La primera empresa que creé fue ZICLA. Estaba esperando a que se enfriasen unas pruebas de inyección con residuos plásticos mientras daba un paseo por el polígono. Hará de esto ya unos 20 años…».
Entonces, se fijó en que en los contenedores de empresas vecinas había residuos similares a los de la empresa en la que hacía las pruebas. «¿No podríamos usar también esos residuos? ¿Cómo es posible que la empresa vecina no lo supiera? Me puse a investigar y descubrí, con inmensa excitación, que existía un concepto llamado simbiosis industrial en el que el residuo de una empresa era la materia prima de otra. Simplemente genial».
En los procesos de simbiosis industrial, el residuo de una empresa es la materia prima de otra
Lo que continuó fue un camino de investigación en el que comprobó que el modelo estaba desarrollado por y con mentalidad de países nórdicos en los que las empresas, viendo el potencial negocio, pagaban para identificar estas oportunidades y ponerlas en marcha. Así, entendió que había que adaptarlo a la mentalidad de países del sur, mediterráneos, donde la cultura del compartir no está tan arraigada y la identificación de estas oportunidades debía hacerse de forma gratuita o no iba a funcionar.
El siguiente paso fue convencer a la Agencia de Residuos de Catalunya para hacer un piloto en Manresa, una ciudad industrial, concretamente para la asociación de empresarios de Bufalvent. «Y allí empezó todo. Símbiosy nació para convertirse en la primera empresa en España que diseña e implementa proyectos de simbiosis industrial: identificamos oportunidades de negocio innovadores entre empresas a partir de sus residuos sólidos, agua residual, calor residual…», cuenta la fundadora.
SYNER: la plataforma que mapea dónde hay residuos y de qué tipo
Hoy en día, todo tipo de industrias y sectores participan con Símbiosy, incluyendo el agropecuario y forestal, las empresas energéticas y los gestores de residuos y de aguas.
Sus clientes son tanto entidades públicas de gestión del territorio (municipios, agencias de desarrollo y gobiernos), que quieren identificar estrategias de desarrollo industrial sostenible, como empresas industriales, energéticas o fondos de inversión en busca de proyectos de innovación o inversión con impacto.
Para hacer viable la recuperación de materiales, poder identificar oportunidades y establecer estrategias de desarrollo, innovación, crecimiento y negocio, lo primero que hacen es conocer dónde se generan los residuos, qué empresas son las que los producen y en qué cantidades.
«Se trata de datos discretos (no agregados por territorios) fundamentales para responder a preguntas como: ¿cuál es el ranking de residuos más generados en mi región/municipio?; ¿dónde van a parar ahora esos residuos?; ¿cuántas empresas generan, por ejemplo, residuos de film de embalaje?; ¿cuáles son y dónde están?; ¿qué cantidad total podríamos esperar recoger?; ¿hay en este territorio cantidad de residuos orgánicos suficiente para alimentar un digestor de 50.000 toneladas?; ¿qué porcentaje de sustitución de combustibles fósiles se podría alcanzar con los residuos orgánicos generados (ganaderos, alimentarios, fangos depuradoras…), etc», enumera la responsable.
En Símbiosy descubren todo este potencial a través del mapeo de: calor, agua, residuos sólidos, superficie de tejado disponible para placas fotovoltaicas, etc.
Así, con al calor pueden identificar empresas potencialmente donadoras (que, por ejemplo, lo desperdician por chimeneas) y empresas potencialmente tomadoras (que lo necesitan en sus procesos) para concretar si una red de intercambio de calor y frío tiene sentido; en cuanto al agua, pueden determinar empresas potencialmente usuarias de agua regenerada en lugar de agua potable para poder evaluar si una red de distribución de agua regenerada desde depuradoras es viable; con residuos orgánicos, pueden evaluar el potencial de generación de biogás de un territorio… y así, con el resto de recursos.
Para realizar este trabajo utilizan su plataforma digital, SYNER, que ofrece una imagen general sobre los recursos de un territorio para ayudar a “facilitadores” y responsables de desarrollo a planificar de forma más eficiente.
«Lo voy a explicar con un ejemplo —interviene la CEO—: una fábrica papelera, no hace falta que nos digan qué residuos generan; es un dato conocido. Y si encima tenemos información sobre su tamaño, por ejemplo a través de su facturación o número de empleados (que son datos públicos) podemos estimar la cantidad. Si en un territorio a mapear hay una industria papelera y sabemos dónde está, podremos estimar sus residuos. Y así con todas las actividades. Se trata de datos estimados creados a partir de conocimiento, análisis estadísticos de datos existentes, y ahora con IA. Porque estos datos ¡no existen! Los tenemos que “crear” y eso es lo que hace SYNER: “generar datos” codificando el conocimiento del que se dispone sobre qué residuos se puede convertir en qué recurso, y con quién».
Beneficios para empresas, territorios, administraciones y medio ambiente
Las empresas que participan en un proceso de simbiosis industrial encuentran numerosas ventajas, entre ellas: aprenden a ser más eficientes en el uso de sus recursos, identifican oportunidades de innovación, se vinculan más con su entorno incrementando su visibilidad positiva y consiguen trabajar en la descarbonización de sus procesos y en estrategias de residuo cero.
Los territorios en donde este tipo de colaboración se lleva a cabo también se benefician, pues la simbiosis industrial ofrece un marco coherente para crear economías resilientes en entornos saludables. Además, es una fuente continua de innovación y emprendimiento, creando negocios viables con residuos y nuevos puestos de trabajo, con lo que la economía local se fortalece, al tiempo que se promueven el asociacionismo empresarial y las relaciones de las empresas con la Administración.
Las empresas que participan en proyectos de simbiosis industrial se vuelven más eficientes en el uso de recursos, identifican oportunidades de innovación y mejoran su reputación al vincularse más con su entorno
A esto hay que añadir que el impacto de la simbiosis industrial va mucho más allá de la eficiencia empresarial. Esta estrategia tiene un efecto positivo claro en el medio ambiente, pues ayuda a reducir la huella de carbono y la contaminación. «Se eliminan los impactos ambientales negativos, mientras se crea desarrollo económico, con colaboración. Trabajar en colaboración es un negocio inteligente», insiste la responsable de Símbiosy, quien añade el rol fundamental que juegan las administraciones públicas en todo el proceso, una participación que en los proyectos de Símbiosy pueden ejercer de tres maneras.
La primera, impulsando de forma activa los proyectos al actuar como entidad facilitadora y financiándolos; la segunda, siendo “socio” de los proyectos, contribuyendo con estrategias a su alcance, por ejemplo adaptando el marco regulatorio, invirtiendo en infraestructuras, ofreciendo incentivos fiscales, etc; y la tercera, impulsando proyectos propios de carácter público o público-privado, como por ejemplo la estrategia energética de un municipio, servicios de abastecimiento alternativos de agua, etc.
En este contexto en el que todos los actores que pueden intervenir en un proceso de simbiosis industrial están implicados, Símbiosy sigue trabajando con una meta clara: «convertir SYNER en una herramienta capaz de generar los datos necesarios, tanto en cantidad como en calidad, para guiar a las empresas en su transición hacia la circularidad y la descarbonización», desea Verónica Kuchinow.