Lo primero que piden estos emprendedores es que la tragedia ocasionado por la DANA en Valencia no caiga en el olvido, una vez que deje de hablarse de fallecimientos y desaparecidos.
Saben que la reconstrucción de sus negocios, que tienen que empezar desde menos cero, va para largo y temen que, tras el impacto inicial, dejen de ser noticia y tanto los medios de comunicación, como las instituciones y corporaciones dejen de interesarse por ellos una vez caída la actualidad del tema.
José Torres: el osteópata que había decidido expandirse
Josetorresosteopata es el dominio que se creó este profesional de la osteopatía para dar a conocer en Internet su nuevo centro parasanitario. Su buen hacer le ha llevado formar parte del cuerpo técnico del Levante UD Veteranos y estar al lado de cada uno de los jugadores en cada desplazamiento: “Me hace estar tremendamente orgulloso”, dice José Torres.
Lleva 24 años años ejerciendo en oficio en la zona de Paiporta, a veces desde su casa, otras veces en pequeños locales. Pero ahora se había animado a ampliar el negocio abriendo un local de 350 metros cuadrados en la calle Catarroja de Paiporta. Había contratado a cuatro personas, modernizado y ampliado las instalaciones y comprado maquinaria de última generación.
Al final, el día 19 de septiembre, a las 17:00 horas, abría las puertas del nuevo local gracias al crédito concedido en su entidad bancaria. “Después de años de constancia, sacrificio y fe en uno mismo, finalmente se materializan los frutos por los que he luchado tanto tiempo”, escribía en su web después de recibir una felicitación de la Reina Letizia por su contribución al tratamiento de las enfermedades raras.
Las facturas siguen llegando
Apenas un mes después, ha tenido que bajar la persiana con un local totalmente enfangado, sin coche para hacer desplazamientos y un crédito que tiene que devolver sin saber muy bien cómo. Con el banco ya se ha puesto en contacto solicitando que le paralicen el pago de las cuotas, pero no ha recibido aún respuesta. Lo único que sabe es que la última se la han pasado, igual que la de autónomos, las de la Seguridad Social de los trabajadores contratados o el recibo de Iberdrola.
Para saldar las nóminas de los empleados antes de acogerse a un ERTE, su madre le ha tenido que prestar 10.000 euros. “Las cosas hay que hacerlas bien”, dice. La clínica terminó de limpiarla el 11 de noviembre, también gracias a la ayuda de familiares y amigos, pero tampoco es que pueda hacer mucho más con en un local totalmente desnudo y en ruinas, que por no tener, no tiene ni ventanas. Documentar el valor las pérdidas y consultar la base de datos le resulta también imposible con los equipos informáticos dañados, pero estima en torno a los 70.000 euros –a ojo de buen cubero– el mínimo de la cantidad arrasada por el agua, dejando el crédito a un lado.
Así que, cuando se le pregunta qué necesitaría para recuperar el negocio, la respuesta es “dinero, aunque también me vendría bien un arquitecto o una empresa de reformas, alguien que me ayudase a reparar el sistema eléctrico, o una empresa que me donase o vendiera puertas y cristales a buen precio. Cierto que tengo compañeros de profesión que me han ofrecido sus instalaciones de manera provisional para seguir trabajando, pero son de fuera y mis clientes habituales no pueden desplazarse, porque aquí ya nadie tiene vehículo”.
Ante esta tesitura, José Torres ha empezado a dar masajes gratuitos a voluntarios y gente de pueblo, muchos con la espalda destrozada por las labores de limpieza y desescombro.
Le acompaña su hijo de 12 años que, con el colegio todavía cerrado, no quiere separarse de sus padres, porque si el drama empresarial conmociona, el relato personal de lo que están viviendo encoge: “A ver, es que hemos estado muchos días sin ducharnos, limpiándonos con toallitas, pidiendo comida… Cada día surge una necesidad nueva, y ahora todavía recibimos apoyo porque está todo reciente, pero ¿qué pasará cuando dejemos de aparecer en los medios? Esto no se reconstruye en un mes ni en dos ni en tres”.
Don Pa Artesans: De 9 panaderías a 1
También en la historia de don Pa Artesans se mezcla la tragedia personal con la destrucción del negocio. Lidia Garrido estaba en Valencia cuando le empezaron a llegar notificaciones de lo que estaba sucediendo en la zona de la Huerta Sur de Valencia y de que el barranco del Poyo se estaba desbordando. Conectó entonces a través del móvil con una de las cámaras instaladas en el establecimiento de Paiporta y allí vio a su padre, José Garrido, de 63 años, subido sobre una de las mesas.
Luego tuvo que seguir trepando porque el nivel del agua seguía subiendo y aferrarse a una viga del techo de la panadería. Así permaneció durante siete horas, sin posibilidad de comunicarse con nadie ni saber lo que estaba pasando fuera, hasta que un grupo de vecinos entraron a rescatarle de madrugada.
Comparado con lo que podría haber sido, Lidia intentar quitar algo de hierro a la tragedia empresarial, pero lo cierto es que de los 9 establecimientos de panadería y repostería que tenían, ahora solo funciona uno, el de Cullera, donde no llegó el azote de la DANA. El resto, además de los tres obradores que tenían, está todo devastado.
Don Pa Artesans es una empresa familiar cuyos orígenes se remontan a 1987. Desde entonces, se han dedicado a la producción artesanal de panadería, pastelería y bollería. Ahora, los dos hermanos mellizos, Lidia y José María, encarnan la segunda generación y habían decidido tomar las riendas del negocio que, poco a poco, iba progresando en la zona de Valencia abriendo nuevos establecimientos, repartidos las localidades de Paiporta, Catarroja, Alfafar y Albal.
La última apertura la hicieron con Cullera, un establecimiento dotado con un pequeño obrador de acabado. De aquí proceden ahora los únicos ingresos que entran en la empresa familiar, obligada también a aplicar un ERTE a los 50 trabajadores que integraban la plantilla. “El resto está todo devastado, y de la noche a la mañana, que unas horas antes habíamos estado haciendo las pruebas con los nuevos turrones y roscones para la campaña de Navidad”, cuenta Lidia.
Gestos de apoyo han recibido, no solo de los vecinos, sino también de otras empresas del sector de la hostelería. Una empresa catalana, por ejemplo, les va a donar maquinaría de obrador y otra alcoyana (Alicante) les ha ofrecido la donación de dos máquinas del negocio que están a punto de cerrar. “Nosotros, la verdad, superagradecidos con todo el apoyo que nos ofrecen tanto dentro como desde fuera de Valencia”.
Ayuda a través de un ‘crowdfunding’
Aún así, las expectativas más optimistas señalan la imposibilidad de retomar la actividad en el corto plazo. Se conforman con poder empezar a vender algo en Navidad. Para reunir fondos que les ayuden a afrontar los primeros gastos y garantizar la supervivencia del negocio y el salario de 50 familias, han organizado un crowdfunding, con el que llevan recaudados ya más de 39.600 euros entre 158 donantes.
No obstante, de tener que escribir la carta a los reyes magos en estos momento, dice Lidia que la lista de peticiones sería larga: ayudas económicas, maquinaría de obrador, laminadoras, amasadoras, horno rotator, lavadora, máquinas de empaquetado… ”Con todo esto, montaríamos un horno, más grande que los tres que teníamos antes, para centralizar la producción y distribución desde un único punto”, dice Lidia, prueba de que la desgracia no ha podido con su espíritu emprendedor.
La Mesedora: el restaurante de éxito que ahora es un albergue para voluntarios
El negocio que Sergio Santamaría cofundó con sus hermanos en Algemesí, en la comarca de la Ribera Alta de la provincia de Valencia, se llama La Mesedora. Se trata de un restaurante de 300 metros cuadrados con capacidad para atender a alrededor de 250 comensales. Su especialidad es la comida tradicional valenciana, con otro punto fuerte en el servicio del esmorzaret, un almuerzo típico de la zona.
Hablamos en presente porque el propósito de estos emprendedores es reconstruir el negocio que en fines de semana podían visitar más de 450 clientes, pero lo cierto es que hoy lo único que queda en pie del establecimiento son las paredes.
También en este caso, como en el anterior, quedó una persona, Ana, la jefa de cocina, atrapada en las instalaciones, hasta que llegaron a rescatarla. Antes, lo había intentado Sergio Santamaría, pero no pudo llegar porque reside a varios kilómetros, tenía que ir andando y todo estaba enfangado.
Ahora, con el restaurante cerrado, tratan de hacer el inventario de las pérdidas: alrededor de 50 máquinas, las existencias compradas, dos robots camareros, congeladores, el local destruido… En total, alrededor de 250.000 euros que necesitaría para reconstruir el establecimiento y poder devolver el puesto de trabajo a las 25 personas a las que han aplicado un ERTE. Para conseguirlos, también ellos han activado una campaña de crowdfunding que les ayude a recaudar fondos hasta reunir la suma de 100.000 euros.
El apoyo del influencer
“De la gente no tenemos queja. Al contrario, han sido muchos quienes nos han ayudado en las tareas de limpieza. Incluso, tenemos un amigo influencer, Telmo Trenado, que ha hecho un llamamiento a sus seguidores para que nos ayuden, además de haber hecho una aportación en la campaña de crowdfunding”, cuenta Sergio. Ahora, ellos, al objeto de devolver el apoyo recibido en la medida de lo posible, han puesto el local de La Mesedora a disposición de la localidad como albergue para voluntarios y punto de almacenamiento y recogida de alimentos.
Por extraño que parezca, no es la primera gran crisis que afrontan en La Mesedora, de hecho el negocio nació pocos días antes del Covid, pero consiguieron salir. El sueño ahora es poder abrir de nuevo en Navidad, pero hace falta dinero. “Se habla de muchas ayudas y de los seguros, pero nadie sabe ni cómo, ni cuándo van a llegar”, dice Sergio.