
Mayo es un mes especialmente significativo para quienes trabajamos por una sociedad más justa, diversa e inclusiva.
La celebración del Mes Europeo de la Diversidad invita a reflexionar, actuar y comprometerse, tanto desde el ámbito institucional como el empresarial, para garantizar que todas las personas (sin importar su origen, edad, sexo biológico, orientación sexual, identidad de género, religión o diversidad funcional) vivan y se desarrollen en entornos seguros, respetuosos y equitativos.
Como mujer y profesional de la comunicación comprometida con la diversidad, equidad e inclusión (DEI), tengo la firme convicción de que el lenguaje que utilizamos en nuestra vida cotidiana, por supuesto también en el ámbito laboral, tiene un impacto real y profundo en la percepción, la representación y la aceptación de las personas.
Así de contundente lo expresó Hadja Lahbib, comisaria europea de Igualdad, Preparación y Gestión de Crisis, en la presentación del Mes Europeo de la Diversidad 2025: “Las empresas pueden jugar un poderoso papel para convertir la unión por la igualdad en una realidad para millones de personas. Al comprometerse a promover la diversidad e inclusión en sus políticas laborales, pueden crear un espacio en el que todas las personas prosperen y puedan ser realmente ellas mismas”.
Hacia ese compromiso se dirige la Carta de la Diversidad, un proyecto impulsado por la Comisión Europea y el Ministerio de Igualdad y de adhesión voluntaria en el que las compañías asumen el compromiso de cumplir con los diez principios que promueven un entorno socialmente respetuoso, económicamente sostenible y legalmente riguroso.
En el caso de LF Channel la firmamos en 2021, reafirmándonos en nuestra misión: impulsar un modelo de comunicación que visibilice a las personas diversas y promueva una representación fiel y plural de la sociedad.
Y aquí es donde entendemos que uno de los pilares clave de esta transformación es el lenguaje inclusivo. Lejos de ser una cuestión meramente formal, el uso de expresiones inclusivas tiene una función reparadora y transformadora: combate los estereotipos, rompe con roles tradicionales, y abre espacio a realidades históricamente invisibilizadas.
Cuando hablamos de “todas las personas” o de la “ciudadanía” en vez de “los ciudadanos”, es decir, cuando evitamos asumir el masculino genérico como neutro, estamos reconociendo la existencia de quienes no se sienten reflejados en esa imagen. Y en esa sencilla acción reside un acto de reconocimiento de una sociedad diversa.
A lo largo del tiempo, el lenguaje adquiere nuevos usos y significantes, lo que genera imaginarios colectivos de la realidad y el contexto en el que vivimos. Por ejemplo, el uso del lenguaje inclusivo desde edades tempranas ayuda a que niños y niñas se sientan aludidos en según qué roles.
Si una persona docente se refiere “al policía o al bombero”, en el subconsciente de los niños y las niñas se producen imágenes diferentes: los niños se verán reflejados en una de estas profesiones, mientras que las niñas entenderán esta referencia va ligada a profesiones ejercidas por varones.
La diversidad no es una moda, es una necesidad. Y el lenguaje es una de las principales herramientas que tenemos para activarla. En un mundo interconectado, global y en constante transformación, no podemos seguir comunicando de forma excluyente o sesgada.
Las palabras importan, ya que lo que no se nombra, no existe. Y si queremos construir entornos donde todas las personas puedan ser quienes son sin miedo a ser juzgadas o discriminadas, tenemos que empezar por la manera en la que nos expresamos.
En el acompañamiento que realizamos a empresas desde nuestro servicio especializado en la creación y aplicación de políticas de diversidad, equidad e inclusión, DEI Channel, hemos comprobado que aplicar el lenguaje inclusivo no solo es viable, sino que también genera valor, mejora la conexión con distintos públicos, fortalece la marca y demuestra coherencia entre valores y acciones.
Con motivo del Mes Europeo de la Diversidad, animo a que las empresas se sumen revisando sus protocolos internos, diseñando planes de formación en DEI, firmando la Carta de la Diversidad o, simplemente, evaluando la redacción de sus documentos corporativos, tanto internos como externos.
Cada palabra cuenta, porque detrás de cada palabra, hay una persona.