A los seres humanos se nos presupone audacia para tratar de llegar hasta donde nadie ha llegado antes y curiosidad para empeñarnos en desvelar los misterios de lo desconocido. Y, afortunadamente, así es.
Somos audaces y somos curiosos, y son esas cualidades las que nos han permitido romper infinidad de barreras, traspasar límites y llegar hasta donde hemos llegado. Sin ellas, seguiríamos en las cavernas.
Pero antes de ponernos a descorchar el champán y celebrar las bondades de la especie, conviene aclarar que ni todos los seres humanos somos así de lanzados ni todos lo somos en la misma medida.
De hecho, el porcentaje de personas que se atreven a hacer cosas nuevas o a hacer las no tan nuevas de un modo diferente al acostumbrado–eso que llamamos “innovar”– es bastante escaso. La norma general es que nos conformemos con repetir patrones establecidos y que no nos salgamos de ellos. Sucede en todos los ámbitos, incluso en aquellos, como el emprendimiento, en los que se presupone que la única regla que debería respetarse a rajatabla es la de la ausencia de reglas.
El modelo idealizado de Silicon Valley, esos brillantes jóvenes de pelo largo, camiseta y zapatillas que reparten su tiempo entre teclear código y levantar rondas de financiación para sus startups revolucionarias, se ha convertido en un estándar al que aspiran y tienden a imitar muchos nuevos empresarios. Y no hay nada de malo en ello. Muchas compañías han triunfado y siguen haciéndolo con ese esquema.
El peligro está en pensar en que ésa es la única fórmula viable para emprender. Porque entonces el emprendimiento estaría condenado a repetirse a sí mismo, a ser esa versión previsible y con ligeras variaciones de una misma idea, con productos intercambiables y mensajes reiterativos que no aportan nada nuevo. Es decir, ¡estaría condenado a ser justo lo contrario de que se supone que debe ser un proyecto emprendedor!
No, el emprendimiento necesita aparcar las ideas preconcebidas de lo que debe ser o no debe ser un nuevo empresario y abrirse a otros esquemas que le aporten más riqueza y variedad. En otras palabras, necesita diversidad.
Una empresa que aspire a ser realmente rompedora y aportar un nuevo empuje a su mercado tendrá mucho más difícil hacerlo desde fórmulas trilladas. Incluso si se trata de fórmulas avaladas por el éxito de quienes las transitaron anteriormente. El verdadero emprendimiento sorprende porque se atreve a probar cosas nuevas. Y eso es mucho más difícil de hacer desde la uniformidad.
Hablar de diversidad en emprendimiento es hablar de diversidad de género, por su puesto. Hacen falta más mujeres tomando las riendas empresariales y aportando su mirada, talento y estilo de liderazgo a los nuevos negocios.
También es hablar de diversidad generacional. ¿Quién ha dicho que un emprendedor solo pueda ser una persona de menos de 40 años o que su equipo solo pueda estar formado por jóvenes de su misma generación? Está demostrado que los equipos multigeneraciob¡nales son mucho más versátiles, flexibles y resilientes, porque cuentan con una amplia amalgama de habilidades complementarias que les ayudan a enfrentarse a muy diferentes situaciones. También son equipos más creativos, ya que sus puntos de vista no suelen ser equivalentes, sino que presentan diferencias de las que, una vez expresadas y confrontadas, puede salir un debate constructivo del que extraer ideas nuevas.
El emprendimiento diverso también implica incorporar diferentes perfiles profesionales al equipo. Una startup tecnológica que solo esté formada por tecnólogos, un bufete de abogados que solo tenga abogados en plantilla o un medio de comunicación en el que solo trabajen periodistas estarán renunciando a capacidades y miradas muy valiosas y necesarias para lograr sus objetivos. Las que puedan aportar visiones procedentes del marketing, de las ventas, de la ingeniería, de las finanzas, de las humanidades y, en general, de todos aquellos campos del conocimiento que beban de otras fuentes, referentes y formas de pensar.
Y también supone contemplar distintas formas de contratación: por cuenta ajena, por cuenta propia, por proyectos, por colaboraciones puntuales… Recetas flexibles que permitirán a estas jóvenes empresas acceder a profesionales y empresas a las que de otro modo le sería muy difícil llegar.
Por otra parte, en un mercado global y en el que tienen cabida todo tipo de gustos y necesidades, los proyectos no tienen por qué acogerse a un único modelo de negocio para alcanzar el éxito. Una app disruptiva que proporcione servicios innovadores desde el móvil no es la única forma de impactar en un mercado. También es posible hacerlo desde el emprendimiento social, el rural, el sostenible, la recuperación de oficios tradicionales… Hay mil y una formas de lograrlo.
En definitiva, la diversidad en el emprendimiento supone incorporar riqueza a los proyectos. Riqueza de nacionalidad, de raza, de religión, de orientación sexual… Trata de aportar, en suma, diferentes matices a esa composición multicolor que conforma una empresa. Porque, en emprendimiento, la diferencia es lo que marca la diferencia.